lunes, 25 de junio de 2018

LA COMODIDAD NOS HA VUELTO FLOJOS!

La búsqueda de la máxima comodidad ha contribuido a generar la errada creencia de que comodidad y poco esfuerzo son  símbolos de prosperidad y propios de una mejor posición social. Y aunque esta es una meta perseguida por todos no deja de ser cierto que, en mayor o menor grado, nos hemos vuelto flojos para el quehacer cotidiano y por tanto para las simples y repetidas rutinas que, desde el inicio de los tiempos, nos mantuvieron en constante movimiento, sobre todo a las mujeres.

Poco a poco hemos ido quitándonos de encima: los quehaceres domésticos, los desplazamientos a pie (ya sea para dirigirnos a sitios cercanos o para explorar el entorno), subir y bajar escaleras, hacer actividad física con los mas pequeños, recorrer la propia casa para supervisar que todo esté como nos gusta, para dar los buenos días a otros miembros de la familia, etc.

Ahora "gracias a Dios" podemos pagar a uno o mas ayudantes en los oficios de la casa: ya no hacemos aseo, no cocinamos, no atendemos tiempo completo la alimentación, el aseo y el juego de bebés y niños, ni siquiera queremos levantarnos de la silla o la cama para buscar un vaso con agua...

Si no contamos con ayudantes domésticos, entonces pagamos por toda la tecnología que pueda liberarnos del "oficio": primero fueron las lavadoras que nos evitaron esos periódicos ejercicios de miembros superiores, luego las secadoras que nos evitaron salir a tender la ropa, luego los lavavajillas que nos evitaron estar de pié durante largos ratos, luego los controles remotos para todos los electrodomésticos, incluyendo los abanicos de piso o pared, luego los robots para el aseo ¡nada de barrer! y hasta los lectores electrónicos que ponen al alcance de la mano cientos de libros sin tener que caminar a buscarlos a la biblioteca de la casa y menos aún a la librería!

Y sin ahondar mucho en sus implicaciones, cada vez que avanza mas la tecnología nosotros hacemos menos la actividad física que antes era considerada importante: la del quehacer diario.

Ahora en los hogares tenemos uno o dos carros en los cuales nos trasladamos a todas partes, aún a sitios cercanos: por aquello del sol, del calor, por si traemos paquetes, por la inseguridad...

Y, como cada vez los edificios son mas altos, el elevador se toma en el lobby o en el parqueadero y te lleva directo a tu oficina o tu apartamento aún si está situado en un primer, segundo o tercer piso.

Hasta parece que nos avergüenza hacer las tareas rutinarias. Decir que hicimos aseo o que salimos a pie al supermercado o que atendimos a los niños  parece, además de aburrido, falto de glamour.

Los niños tienen nanas, nodrizas o enfermeras desde que nacen hasta cuando están adolescentes. Ellas son las que los atienden y entretienen y nosotros los cargamos cuando están limpiecitos y alegres.

Ya ni siquiera vamos temprano a dar los buenos días o a conversar un rato con otros miembros de la familia porque la prisa y la comodidad nos han recluido en nuestras habitaciones donde lo tenemos todo. Y lo que no tenemos, lo pedimos a través de un llamado en vez de salir a buscarlo.

Este acostumbramiento a la comodidad ocasiona un daño poco reconocido, sobre todo a las personas que no tienen tiempo para el ejercicio en gimnasios o en canchas deportivas.

Cada actividad física llámese deporte, desplazamientos, cambios de posición, quehaceres de la casa, comer, bañarse, etc., tiene un gasto energético. Este es el que permite que el exceso de calorías sean utilizadas y consumidas y no acumuladas en el cuerpo. También es el que provee una mejor circulación y un mayor aprovechamiento de los nutrientes.

Es la actividad física repetida la que fortalece todo el sistema músculo esquelético y la que permite el buen funcionamiento de todos los sistemas corporales.

Pero  estamos contentos con pasar la mayor parte del tiempo sentados o recostados porque no tenemos la necesidad de levantarnos para hacer nada que otros puedan hacer por nosotros. Es bien visto! Incluso las personas que asisten a los gimnasios, canchas o salen a caminar, correr o pedalear a diario, después de esa hora o dos de ejercicios regresan a la comodidad de un sillón  para conectarse con el mundo a través de un dispositivo electrónico.

A medida que envejecemos en medio de tanta ayuda, nos vamos volviendo incapaces en mayor o menor grado para realizar labores que por ser casi obligación, nos aportan algo, a veces mucho,  de la actividad física que contribuye a nuestra independencia física y mental: beneficios, aún a pesar del cansancio que generan.

Y así crecen nuestros hijos viendo como aceptable e ideal este estilo de vida cómodo pero peligroso para el estado físico. Aprendiendo con el ejemplo que la comodidad, entendida como el hacer menos y lo mas fácil, es la prioridad una vez se llega a la edad adulta. Dando por sentado que el bienestar y la prosperidad excluyen las actividades físicas derivadas de las rutinas básicas cotidianas en el mantenimiento de una casa y en el espacio que le dedicamos al ocio.




Confiemos en que los adelantos tecnológicos, educativos y científicos poco a poco vayan desarrollando otras rutinas de movimiento que reemplacen las que ya no hacemos.

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