miércoles, 19 de septiembre de 2018

¿Se agota la capacidad de asombro o el aprendizaje nos automatiza?


Cuando aprendemos una actividad, asignatura o condición nos acostumbramos a reaccionar acorde a lo aprendido. Cuando el aprendizaje finaliza pasa a formar parte de una rutina y deja de generar un gran interés: se domina su manejo y se vuelve casi monótono.

Una vez establecida la rutina, la curiosidad -generada por la necesidad de movernos y avanzar propia de los seres humanos-  nos impulsa a buscar cosas nuevas.

También, en mayor o menor grado, nos impulsa esa gran sensación que deja el habernos llenado del conocimiento que nos permitirá responder de formas mas adecuadas sobre nuevos temas.

Por eso lo novedoso tiene un encanto tan particular: porque nos saca de la perspectiva habitual, nos sacude y nos llena de nuevas emociones.

Apasionarnos con lo novedoso depende básicamente de mirar con interés. De ser curiosos para explorar y estar ávidos de aprender. De dejar a un lado todos los conocimientos previos para descubrir y apropiarnos de otros nuevos, ya sean complementarios o diferentes.

Aunque el aprendizaje automatice nuestras respuestas a las cosas ya conocidas hay que permitir que la curiosidad mantenga viva esa capacidad de asombro propias de las mentes jóvenes, al igual que la pasión por explorar temas que antes no nos interesaron. Es lo que nos permitirá sentirnos siempre jóvenes a cualquier edad y abrirnos a la expansión de la vida.

Con curiosidad, con asombro, con alegría.