domingo, 22 de febrero de 2015

Bajo el sol del trópico

El verano en el trópico va desde el exuberante verde que dejó la primavera hasta el apagado color tierra, vacío de hojas y flores que encuentra la primera lluvia del año cuando llega el invierno.
La primavera pasa pisando muy suave una corta temporada llena de toda la vegetación espesa, florecida e imponente que se fortaleció con las lluvias.
El otoño se distingue apenas por los árboles desnudos y el viento que va y viene en direcciones caprichosas.

El protagonismo en el trópico lo tienen el verano y el invierno.

El invierno, en la mayoría de zonas tropicales, no se viste de blanco de nieve. Se viste de traslúcidas gotas o chorros de agua que mojan constantemente la tierra acompañadas por las luces de relámpagos y centellas y por el sonido acompasado de la lluvia, roto a veces por el retumbar de los truenos.
El cielo constantemente está cubierto de oscuros nubarrones que presagian tormentas y la brisa que llega con la mayoría de las lluvias hace que las gotas bailen una danza con diferentes ritmos y acentos.
El suelo parece un espejo hecho de charcos que reflejan el cielo cuando disminuyen las corrientes; las mismas que arrastraron a su paso todo lo que encontraron, lavando el suelo y todo lo que se encuentra en él.

El verano arde en el trópico.
Cada día el cielo es absolutamente azul y despejado, sólo a ratos ocupado por pequeñas y redondeadas nubles blancas como bolas de algodón de formas caprichosas.
El sol se muestra en todo su esplendor y calienta el suelo y la piel con tal intensidad que parece que chamuscara. Los árboles pierden poco a poco el brillo y el número de sus hojas, algunos quedan cubiertos solo de flores durante un tiempo, las cuales brillan con colores increíbles antes de caer rendidas al calor que las abrasa. 

El tiempo es seco y las brisas juguetean con cabellos, faldas y ropas tendidas al sol. Las tardes son cálidas y densas y las noches son apenas tibias. En la distancia el mar adopta un verde-azul mas intenso y las aguas de ríos y lagos se ven grises y brillantes, casi metálicas. A diferencia del agua del mar que se entibia o calienta bajo los rayos del sol y se ve mas cristalina, el agua del río siempre está fresca y oscura.

La magia del verano exalta los sentidos y parece que despierta las ganas de estar con otros, de tomar largas siestas, de vestir menos ropa y tumbarse al sol y también de salir a jardines y terrazas para disfrutar los sitios frescos y claros.
El verano en el trópico, con su luz, su calor y sus colores, también es un tiempo que propicia encuentros y amores cortos, vibrantes y pasajeros llenos de alegría y pasión.

El sol es el eterno actor principal que brilla en todas las estaciones, se esconde a ratos tras nubes oscuras cargadas de lluvia, se asoma nuevamente para reforzar su papel, actúa positivamente sobre mentes, cuerpos y almas, quema sin contemplaciones pero usa la brisa para refrescar y establecer un equilibrio que llena de energía el día a día. 


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